Sergio MACÍAS BREVIS
Obras de poesía: Las Manos del Leñador, Ed.Tebaida, Chile, 1969; La sangre en el bosque, Ed. Grupo Fuego de la Poesía, Chile, 1974; En el tiempo de las cosas (alemán y español), Ed. Casa de la Cultura de Rostock, RDA, 1977; Nos busca la esperanza (en holandés), Ed. In de Knispscher, Holanda, 1979; El jardinero del viento, Ed. Swan, España, 1980; Crónica de un latinoamericano sobre Bagdad y otros lugares encantados (en árabe), Irak,1988, más una versión en español, Irak, 1989. Además una 2ª edición por Impresos Universitaria, Zona Azul, Chile,1997; Memoria del exilio, Ed. ICI, España, 1985; Noche de Nadie, Ed. Centro de Estudios Salvador Allende, Colección Poesía Ambos Mundos, Madrid, 1988. El libro del tiempo, Ed. Caja de Ahorros del Mediterráneo CAM, Elche, España, 1989; Tetuán en los sueños de un andino, Ed. Betania, España, 1989; La región de los últimos prodigios, Ed. Comisión Murciana del V Centenario, Murcia, España,1992; El Paraíso Oculto, Ed. CESOC, Chile,2000; El hechizo de Ibn Zaydûn, Ed. Academia Iberoamericana de la Poesía, Valparaíso, Chile, 2001. Se ha publicado también un libro de estudio sobre su obra: El Paraíso Habitable. Introducción a la poética de Sergio Macías, de Remo Ruiz, Fundación Vipren, España, 2004.
Macías fue Presidente de los Consejeros y Agregados Culturales de Iberoamérica, Filipinas y Portugal durante el periodo 1996-1997. Actualmente es Asesor Cultural de la Embajada de Chile en España.
Yo le conocí en Isla Negra
Yo le conocí en Isla Negra
cuando el aire tocaba
las campanas de su casa,
para que el océano cantara.
Más allá un ancla descansaba
de sus largos y misteriosos viajes
sobre el jardín de tierra y arena.
Estaba sola ante los rugidos
que salian de los abismos.
Junto a sus mascarones,
caracoles y botellas,
bebimos por Ercilla y la Araucanía.
Por el tren entre ramajes de lluvia
que se sacudían sobre su infancia
de maderas, ponchos y manzanos.
Recordé a Kayyam en sus palabras:
"Bebamos el día con su fuego
y la noche con su sangre".
Me marché cuando comenzaban
a salir las espuelas del cielo.
Y él con su sonrisa de miel
agitaba sus manos de niño.
Como alas de abejas
en una ardiente despedida.
A sus espaldas
el silencio
que desvencijaba al mar.
"El viejo Puerto vigiló mi infancia"
- Osvaldo Rodríguez Musso -
NUNCA DEJÓ DE CANTAR
Al gitano Rodríguez
Nunca dejó de cantar sobre su pueblo,
con ritmo de lluvias que se perdían
por las escaleras alegres de los cerros.
Al amor que desnudó entre las espigas,
para dejar el sabor de las uvas.
Sin su tierra era alfarero sin arcilla.
Su existencia transcurrió lejos de Valparaíso.
Arpegios de agua sonaban en su alma,
los recuerdos se anidaban en las ruinas
del silencio que modelaba su destierro.
Sólo quiso la vida y el amor que encendía
con la copa de la nostalgia contra el olvido.
Un día desapareció entre navios de nubes.
Los cerezos que sangraban teñían el paisaje.
Los amigos siguieron haciendo sus vidas.
Dicen que sus cenizas volaron con el polen
que derramaron las copas de los árboles.
Y permanecen en el aire extranjero.
Una muchacha sin saber que había muerto,
a esa misma hora cantaba con su guitarra,'
una voz dolida de estero entre los lirios: '
"¡Qué triste sorprender la madrugada,
perdida entre mi sueño, triste y sola
sin poder despertar al lado tuyo!"
(Revista Atlántica de Poesía, N" 23, 2001)
13
La hija del califa omeya al-Mustakfi
es más hermosa que todas las flores.
Se baña en aguas perfumadas a mirto,
como si estuviese en el Paraíso.
Derrama copas de polen sobre su piel.
Se llama Walláda. Gacela de las auroras.
Él la ahoga con el fuego de su mirada.
Nunca fue tan feliz el poeta al sentirse
hechizado por la imagen y la palabra,
suaves, como brisa que acaricia los junquillos.
LA SILLA
Estuve en la silla de Pancho Villa
en México.
En la silla del Rey sobre la roca de tiza
bañada por el Báltico
en Sassnitz.
En la silla del Moro en medio de una primavera
de jazmines
en Granada.
En la silla del Rey de España a la hora del crepúsculo
en el Escorial.
Pero ninguna es más cómoda que mi modesta silla
que gime con su mimbre de recuerdos
sola
en el inmenso territorio de mi exilio.
PERTENEZCO AL MISTERIO Y AL CORAZÓN
Pertenezco al misterio y al corazón de las tormentas
de Chile.
Patria indomable acosada por el frío, el hambre, el
martirio.
Flecha de fina piedra en el arco de sangre marina.
¡Ay, hierbabuena de Cautín!
¡Ciruelos en flor de mi Gorbea!
Siento este largo exilio como si llevara un armario
vacío.
Subiré a la cima de la Araucanía para abrazar su cruz
de lluvia.
Peregrino de lunas olvidadas.
Arropado con las guirnaldas del rocío.
Vocerío de los bosques. Tristeza convertida en la alegría
de la aldea.
Nadie ha muerto. Ni ha sido vencido.
Simplemente es el nuevo encantamiento de las espigas.
El corazón que florece como un huerto.
ALGUIEN ME ESPERA
Alguien me espera con sus largos brazos extendidos
de luz.
Muchos se van y no retoman. Algunos se fueron con el
último resplandor y quedaron sepultados bajo
un montón de hojas amarillas.
Regreso como ave migratoria. Busco la plenitud del
viento y el vuelo de las mariposas.
Vuelvo a la Araucanía, donde los volcanes estremecen
la tierra cubierta de espigas.
UN POÉTICO PARAÍSO HABITABLE
El poeta y filólogo Remo Ruiz, ha compuesto y coordinado un excelente libro alrededor del riquísimo trabajo lírico del poeta Sergio Macías ( Gorbea, La Araucanía, Chile, 1938 ), quien reside actualmente en Madrid y se desempeña como Asesor Cultural de la Embajada de su país en España.
No sólo por el entramado estudio con el que Remo Ruiz preserva y refuerza los elementos y connotaciones sociales, culturales y políticas de la escritura del poeta, sino porque con las opiniones de otros críticos, hace que la producción de Macías aparezca amparada entre manos que le respetan, admiran y promueven. Destacar aquí la presentación rigurosa que Luis Sáinz de Medrano hace de una extensa antología de sus versos realizada por el propio Macías. O el escueto pero preciso estudio que le dedica el catedrático y escritor Osvaldo Rodríguez Pérez, centrándose en la que denomina “poética de un transterrado”. Sin faltar una “Galería de Opiniones”, donde diversos autores y en distintos tiempos, cualifican la travesía creativa de Macías: Jorge Teiller, Alberto Baeza Flores, Rafael Soto Vergés, José Hierro, Selena Millares, entre otros.
Mucho de todos estos materiales reflexivos hacen de “El Paraíso Habitable: Introducción a la poética de Sergio Macías” ( Fundación VIPREN, España, 2004 ), un ejemplo referencial de cómo abordar aventuras tan válidas y a la vez, tan expuestas y frágiles, como lo es la escritura marcada indeleblemente por los exilios, los destierros y las diásporas.
Desde su primer poemario, “La manos del leñador” ( Ediciones Tebaida, Santiago de Chile, 1969 ) – de fuertes perfiles láricos y líricos emparentados con un modo de ver y reivindicar las experiencias de la infancia y del deslumbramiento ante el mundo –, hasta
la edición bilingüe en español y árabe de sus últimos versos, “El manuscrito de los Sueños”, (Fundación VIPREN, España, 2004 ), proficua ha sido la trayectoria del singular poeta.
Exiliado junto con su familia después del golpe militar fraticida del 11 de setiembre de 1973, no sólo distintos países donde intentó integrarse sino también lenguas y culturas, han atravesado como espadas de fuego el cuerpo lingüístico del vate. Señas de identidad, por lo tanto, caracterizadas por esta diversidad y esta capacidad de aceptación del artista ante los obstáculos y vicisitudes planteadas, para no extraviarse en la desidentidad y transculturación propias de todo desarraigo.
No sólo de melancolía y evocación sublimadas está hecha la sustancia de la lejanía forzosa: la lucha, el testimonio, la tenacidad y la denuncia de las atrocidades sufridas por su pueblo, tienen peso específico en su actitud de asumir las voces reprimidas y silenciadas. Macías es autor de una notable antología, “Los poetas chilenos luchan contra el fascismo” ( Ediciones del Comité Chile-Antifascista, Berlín, RDA, 1977 ), donde el canto de los poetas arde de dolor y clama de esperanza.
Hay que contextualizar – como acertadamente propone Remo Ruiz -, las circunstancias del aquí y ahora que, de manera ineludible, marcaron y marcan la producción artística de los intelectuales de países arrasados por intolerancias dictatoriales. Los poetas de Chile no han estado solos en ese maremoto de impiedad e impunidad que anegó su país. Un perverso “Plan Cóndor” ( forma eufemística de denominar una concertación de la voladura sistemática de los derechos humanos de opositores políticos ), arrasó con las democracias populares de Uruguay ( 1972 ), Chile ( 1973 ) y Argentina ( 1976 ). Y si el lenguaje es ese sensible barómetro de los acontecimientos vitales, será el discurso poético el que detecte de forma exquisita las cicatrices sociales provocadas por ejercicios despóticos de poderes fácticos y de sus subordinados mediáticos.
Toda experiencia poética se decanta con el tiempo. Y la de Sergio Macías no puede escapar de esta constatación. En mirada prospectiva, pareciera como que los tiempos de urgencias sociales hubiesen perdido virulencia en sus propuestas. Como si las aguas rabiosas y ensañadas, retornaran al cauce del acuerdo entre partes enfrentadas. Y es necesario y perentorio poner entre los marcos de las experiencias poéticas de Chile y sus descollantes creadores, toda la labor de Macías, considerado como un “afuerino” con respecto a la producción, en todos estos terribles años, de los escritores del interior del país (“los de adentro”). Remo Ruiz también confiere importancia a las ideologías contemporáneas que fluyen indefectiblemente por las corrientes filosóficas, elaboradas a la luz del napalm de la dramática que nos estremece en un presente desgarrado. La aproximación nada exótica que Macías realiza hacia la poesía árabe – recorrida por el amor, el goce, el destierro y la evidencia de la muerte -, es otra arista de identificación con su propio drama, mediatizado ahora por los clásicos islámicos: otra expulsión, otra pérdida, otra tabla de salvación en el amor humano.
La obra de Macías está sacudida desde las raíces por su necesidad de autenticidad y con el amor como máximo vínculo redentor del hombre. La voz tonante de un déspota ha proferido: “ te has rebelado, has transgredido, quisiste revolucionar: fuera!” .
Por sus versos pasan, con ductilidad y gran capacidad sensible, las áspera y dulces experiencias fundamentales de todo ser viviente. Otras opiniones oyen en esos versos, como el amortiguado caer sin sosiego de una lluvia del sur chileno: su asordinamiento, su tristeza infinita, su grisura implacable: manera de llover que es como si fuera una manera de llorar.
El paraíso habitable que el autor alimenta, sería ese pensamiento deseante de una Tierra en paz, vivir en ella sin problemas insolubles, equitativamente, igualitariamente, sin conflictos ni guerras: todo un noble deseo, un lentísimo y taraceado paisaje promisorio, nombrado con sentimientos sencillos y palabras resplandecientes.
Este valioso libro, de pronto, me retrotrajo hacia 1950, cuando desde el primer número de la revista “ poesía buenos aires “, Jorge Enrique Móbili y Raúl Gustavo Aguirre, circunscribían el rol del poeta, que tiene aún estricta vigencia: “ El poeta no tendrá tierras porque no habrá de terminar jamás su tránsito hacia la imagen del mundo. No ha de enfermar en alcobas seculares. No lo asimilará la quietud. Y empleará cada día su permanencia en el riesgo de procurar el equilibrio en el que crece sin cesar, para no morir, creciendo en la civilización, en la ciudad de la cual es el más agudo justificativo, el caudal, el más encarnizado profeta y amante.”
Martín Micharvegas