Rodolfo "Quique" FOGWILL - "Arte e Cultura: Poesia, Romanzo, Scrittura, Musica e Teatro"

Vai ai contenuti

Rodolfo "Quique" FOGWILL

A LOS 69 AÑOS, MURIO EL ESCRITOR
Rodolfo "Quique" Fogwill

Sociólogo, iracundo, publicitario, novelista, poeta,
terminó firmando sólo con el apellido –“como Sócrates”–
y provocando hasta el final.
Una complicación pulmonar fue la factura que le llegó ayer a la tarde.


Rodolfo Enrique Fogwill,
más conocido como simplemente Fogwill,
nació en Buenos Aires en 1941.
Es sociólogo.
Fue profesor titular de la Universidad de Buenos Aires,
editor de una legendaria colección de libros de poesía, ensayista
y columnista especializado en temas de comunicación, literatura y política cultural.
El cuento Muchacha punk,
que recibiera el primer premio en un importante certamen literario en 1980,
lo hizo abandonar su carrera empresaria y comenzar, según sus palabras,
"una trama de malentendidos y desgracias" que lo llevaron a su actual "oficio", el de escritor.
Textos suyos integran diversas antologías
publicadas en Cuba, México, España y Estados Unidos.
Según la crítica, Fogwill es "dueño de un estilo
que se maneja con igual soltura en la ternura y en la ferocidad
y que no tiene quién le gane en su capacidad de intimidar, irritar, seducir, imponer respeto.
" De él se ha dicho además que es "uno de los narradores más originales de América Latina (Julio Ortega);
"un escritor violento y nato que debería ocupar el tan disputado lugar que dejó vacante Roberto Arlt" (Héctor Libertella).

Entre sus obras se encuentran:

El efecto de realidad (1979). poemas
Las horas de citas (1980). poemas
Mis muertos punk (1980). cuentos
Música japonesa (1982). cuentos
Los Pychyciegos (1983). novela
Ejércitos imaginarios (1983). cuentos
Pájaros de la cabeza (1985). cuentos
Partes del todo (1990). poemas
La buena nueva (1990). novela
Una pálida historia de amor (1991). novela
Muchacha punk (1992). cuentos
Llamándonos
Muchacha punk
Restos diurnos (1993). Novela
Cantos de marineros en las pampas (1998)
ídem
Vivir Afuera (1998). Novela comienzo (anticipo)

El último acto

El último acto, la última “provocación” del francotirador, dejó sin palabras a los que escucharon la noticia. Rodolfo Fogwill murió ayer a los 69 años por un problema pulmonar. El cuerpo le pasó facturas por el exceso de tabaco. Hoy nace un mito, tallado por él mismo con la obsesión del “publicista póstumo”. El escritor de ojos desorbitados –la mirada de un loco– fue para la literatura argentina lo que Maradona es al fútbol y Charly García al rock.
Hubo mucha droga en la vida de este hombre lenguaraz, de gestualidad excéntrica, que devino en personaje previsible con incorrecciones de trazo grueso. Los famosos 12 gramos de cocaína con los que escribió Los pichiciegos –sin duda su gran novela– en una frenética carrera contra reloj; en medio de la guerra de Malvinas, quería terminarla antes de que el Papa llegara a Buenos Aires. También hay latiguillos para la polémica de bajo vuelo, como cuando le dijo a Página/12, hace unos años, algo que andaba proclamando a los cuatro vientos, como un macho que buscaba medirse con cuanto contrincante se le cruzara por el camino: “El único que puede hacer parar una pija en la literatura soy yo”. Una necrológica –género periodístico peliagudo escrito bajo el imperativo de la urgencia– tal vez no sea el mejor terreno para las conjeturas. Pero, a veces, cuando el personaje en cuestión aguijonea con su obra –pero mucho más con sus fisuras, derrapes y contradicciones–, resulta inevitable preguntarse qué hubiera pasado si esta muerte hubiera sucedido por los años ’90. Quizá su figura no habría dividido las aguas de un modo tan radical. Muchos –casi todos– lo amarían como un grande que se fue antes de tiempo, si es que se puede admitir que haya algo así como “un tiempo para morirse”.
Ese hombre que fue media docena de autores muy distintos con el mismo nombre de marca –según lo ha definido Elvio Gandolfo–, nació en Buenos Aires en 1941 como Rodolfo Enrique Fogwill. Sociólogo egresado de la UBA, publicista y experto en marketing, terminó publicando sus libros con su apellido a secas, “como Sócrates, Platón, Aristóteles”. “El maestro del arte de la elipsis”, como lo llamó Borges –a quien le leyeron un cuento de Fogwill, pero salteando las partes más fuertes–, siempre recordaba que el autor de El Aleph lo había definido como el hombre que más sabe de cigarrillos y automóviles. “Yo me puse contentísimo... pero tarado –me dijo Enrique Pezzoni–, ‘quiso decir que no sos un escritor’.” La construcción de su imagen incluía este tipo de anécdotas que otros callarían por pudor. Docente en la Universidad de Buenos Aires, tras el golpe militar de Juan Carlos Onganía en 1966 fue expulsado por “comunista”. Siempre contaba que para un trotskista lo peor que le podía pasar, en aquella época, era ser confundido con un comunista. De sus escarceos con la Cuarta Internacional pegó el gran salto como “investigador de mercados”. Llegó a tener “la agencia más grande de América latina”. Hizo fortunas, pero lo perdió todo.
Entre las campañas publicitarias de cuño fogwilliano, de las que le gustaba jactarse, está la de los cigarrillos Jockey: “Suaves pero con sabor, el equilibrio justo”. A Fogwill se le ocurrió “el sabor del encuentro”, que inicialmente no era para la cerveza Quilmes, sino para una tabacalera, y trabajó para Dupont, Esso, Nobleza Piccardo y muchas empresas más. En 1980 su cuento “Muchacha punk” ganó un importante premio literario. “Para escribir hay que ser un gran mentiroso”, le dijo el escritor a esta cronista cuando publicó el libro de poemas Ultimos movimientos (Paradiso), en 2005. “En mis libros hay un noventa y nueve por ciento de mentiras. Eso es la literatura, por suerte. Me siento muy frustrado porque para estar bien hay que tener la cabeza libre durante un día entero. Descubrí tiempos verbales que son solamente argentinos, los inventé yo. Se llama condicional imposible, como el pagariola. No existe en ningún idioma”, subrayaba el autor de los poemarios El efecto de realidad (1979), Las horas de citas (1980), Partes del todo (1990), Lo dado (2001) y Canción de paz (2003); de libros de cuentos como Música japonesa (1982), Ejércitos imaginarios (1983) y Restos diurnos (1993); y de las novelas Vivir afuera (1998) y En otro orden de cosas (2002).
Escribir –no caben dudas– era una de las mejores cosas que hacía Fogwill. Los pichiciegos, muchas veces reeditada de los ’80 a esta parte, es una novela excepcional que contribuyó a aceitar las piezas del mito. Edificó esa mitología “maldita” en parte a través de una postura contra la academia. Pero fue un escritor estudiado y ponderado no sólo en el ámbito universitario, sino también entre narradores. “Las boludas que están en la Facultad de Letras dan clases para chicos tontos; que escriban o den dos clases teóricas sobre Fogwill no es llegar a la academia. Porque Puan no es la academia... es lacamierda. Puan me parece un cotolengo”, afirmaba el hombre que manejaba al dedillo el arte de la injuria. Fogwill intentaba fundamentar, más allá de la diatriba. “Mi rechazo es estético: no censuro lo que hacen, censuro lo que se hacen. Se hacen pelota, son unos idiotas; quieren la ayudantía, la jefatura, la beca y después quieren ser vitalicios de la facultad, todos sin excepción.”
El año pasado publicó sus Cuentos completos (Alfaguara), aquellos que quería que fueran sus relatos definitivos. Expurgó unos cuantos, por malos –dijo–, como acostumbraba, sin pelos en la lengua. La voz de Fogwill, la del cuentista, la del personaje, no era una voz domesticada, a pesar de que siguiera al pie de la letra un guión esculpido. Era una voz díscola que se busca a sí misma, pero a la vez ponía y pone a los otros –a sus lectores– en el abismo. El arte de la provocación fue su elixir. Aunque el personaje haya fagocitado a los múltiples autores que conviven en sus mejores páginas, el tiempo dirá qué lugar ocupará Fogwill en el “parnaso” literario argentino.

Silvina Friera

SANTORIADA 1971

Vino el Radicheta y dale que habla que te habla
que el moco va entre la guerra civil y la guerra revolucionaria
Desde la ventana del bar no se veía nada
Pero eran días crápulas Media con miedo la calle y la gente
Y dijo el Radicha que Ongaro se hizo cargo de sacar la jeta
aclara que no concilia con nadie desde la cárcel
y que se considera “uno mas entre los prisioneros“
y esas no eran fanfarronadas de pequeñoburgués
El Radicheta estaba entusiasmado y nos entusiasmó
Vino una mina que quiso hacerla fácil:
peronismo guión antiperonismo
Y llegó uno que estaba en la del Ghandi
( pero para mi acababa de dejar plástico en alguna puerta )
Sin violencia! No violentos: Sin Violencia!
- astillando recursos de amparo para sindicalistas presos
Y en malón llegaron los que decían saber que el contenido latente
de este mierdoso sueño popular y nacional
era liquidar la guerra de las guerras ( episteme:
la guerra de guerrillas ) Todos estos muchachos
dejaron sus manuales sobre el estaño junto a las ginebras
Y como un coro de trogloditas entraron
los que hablan de 16 años
- de los últimos 16 años
( siempre están los que hablan
de una cantidad equis de últimos años )
Y que años de conciencia flotante
Y que años de resistencia artesanal
Y que floridos años de reorganización
El bar estaba lleno de infelices ilusiones
El mostrador abarrotado de manuales juveniles
La caja registradora clink!
La calle estaba en calma La gente mansa El músculo dormía
Todos veían la Guerra Civil Española
en la borra de sus copas
Y entré yo Diciendo que venía de lejos Y patatín y patatán
Aquello de arrastrando cosas que me confiaron
La vida pura dije
Giraron las cabezas al unísono ante esta situación
vieja por excelencia
Aclaré que no gozaría de ningún peculiar privilegio Les gustó
Convinimos: no mencionaríamos ninguna belleza ni verdad hasta allí
sino para hacerlas mierda Dijo el Radicheta:
háganlé un lugar
Pero con la noche arribarían los que ejecutan
en la calle En descampados
Y largas filas de ejecutados dentro de coches
Qué beber asesinados
y los obligados a arrodillarse en lagunas En arroyos tersos En canales

Vendrá

Vendrá la noche Entrará la calle mansa por su café con leche
La gente mansa entrará por su ginebra
después de haber quemado sus manuales
No confíen en nadie Ni en mi canción Ni en nuestra poesía
Bajan persianas los que recelan de la paciencia popular

Por cada ojo Los dos ojos
Por cada diente Toda la cara

Martín Micharvegas
Madrid, 1978

poema para Roberto publicado
en el libro-homenaje:
De SANTORO // Ediciones del Rescate
serie de los trabajadores de la cultura represaliados en Argentina
Madrid, 1979  

"El mejor piropo a los malagueños"

En su visita a Marbella, Ana María Matute,
 la autora del mejor piropo a los malagueños,
 cenó en compañía de la Concejala de Cultura Carmen Díaz y otros familiares,
en el Restaurante Casa del Corregidor de la Plaza de los Naranjos,
donde fue agasajada con caña de azúcar y un disco de Cañadú.
La escritora contó que:
 "su padre fue un catalán - como muchos otros - enamorado de Andalucía.Conocía todas sus ciudades,
 y sus pueblos, y sus playas. Un día trajo caña de azúcar: "Mordédla, esto lo traigo de Málaga ".
 De pronto me veo niña, y esta palabra se grabó en mi mente,
 se grabó en mi corazón, como un símbolo. Había un lugar que se llamaba Málaga,
que revestía toda la mágia de lo desconocido, de la dulzura escondida.
Desde entonces Málaga, por siempre y para siempre será, en mí,
el primer mordisco a lo desconocido, la primera sorpresa de lo dulce en el interior de lo aparentemente duro;
la primera noción de que existían otras gentes, otros espacios,
otros sueños que, eso sí, se enlazaban con los míos propios."
Y añadió: "De Málaga he conocido, gozado y guardado en mi memoria lo que sus gentes me brindaron.
 Generosidad, delicadeza, alegría de vivir - y de beber -, comunicación entre los seres humanos.
Quiero hacer incapie en esto ultimo, porque en el mundo actual,
ese mundo en el que de buen o menos buen grado debemos navegar,
 no suele acontecer que las gentes - no lo digo en singular, lo digo en plural - te tienda la mano.
 Una mano que es hacia el diálogo. El diálogo es la civilización.
Y Málaga es civilizada desde muy antiguo, no de aluvión, no de hoy, ni de ayer mismo,
 sino desde un día, aquel día mágico y profundamente humano,
 en que se dijo: el "otro" también "soy yo". Y así supo entender, y escuchar,
 e incluso en ocasiones tolerar al "otro".
Porque la criatura humana, cruel y vulnerable, sensual, mística y carnal, es, desde siempre,
quien propicia el vuelo hacia la libertad y la palabra.
 Eso, los malagueños lo saben.
 Lo saben y lo practican."
  
Jotta


Entrevista a Rodolfo Fogwill (1941-2010) In memorian

"Hay cosas más peligrosas que la droga, por ejemplo el automovilismo, o la acrobacia aérea"

Autor: Alejandro Cavalli
Publicada en el diario La Arena en 2005

Fogwill, a secas, como se hace llamar, concedió esta entrevista a propósito de la reedición de Los Pichiciegos (Editorial Interzona). El libro fue escrito casi al mismo tiempo en que se desarrollaba la guerra de Malvinas y trata sobre lo que sucedía en el campo de batalla, del submundo de los soldados y de un grupo de presuntos desertores que se esconden en cuevas y comercian con los ingleses para sobrevivir, esperando a que la guerra termine para volver a casa.
- ¿Es verdad que la novela fue escrita entre el 11 y el 17 de junio de1982 con doce gramos de cocaína encima? ¿Cómo recordás aquella época vista a 24 años de distancia?
-La veo como si fuera ayer. Es ayer
-¿Cómo fue el proceso de creación de Los Pichiciegos? ¿Tuviste contacto con combatientes en aquel momento para recabar información?
-Nadie tenía contacto con combatientes. Yo conversaba con un general en actividad y con un vicealmirante y me burlaba de su optimismo facilista. Mi visión de Malvinas y mis pronósticos eran meramente deducciones.
-En una entrevista decías que tu novela no es pacífica, ¿podés explayarte al respecto?
-No: dije que no era “pacifista”. Pacíficas son todas las novelas, igual que los instrumentos musicales: todos pacíficos, incluyendo el Clarín.
-Una declaración tuya: “Yo escribí el regreso de la democracia. En Los Pichiciegos está dicho que los radicales iban a volver al gobierno”. ¿Cómo llegaste a esa información?
-Eso esta dicho en otro texto mío, en un relato de 1981. Yo estaba al tanto de todos los planes militares para suceder a la dictadura y de que Alfonsìn era su candidato. Incluso aposté dinero a favor suyo y por eso creyeron que yo era partidario de los radicales.
-En un comentario sobre el texto, Beatriz Sarlo escribió: “La novela no quiere demostrar nada y sus personajes no están en condiciones ideológicas ni discursivas para reflexionar. Los pichis carecen absolutamente de futuro, caminan hacia la muerte y, en consecuencia, sólo pueden razonar en términos de estrategias de supervivencia”. ¿Qué opinión te merece tal apreciación?
-Si uno acepta la perspectiva de Sarlo en general, diagnóstico es acertado. Yo dudo a veces y por eso mis dudas están desarrolladas en la novela “vivir afuera” que apareció en 1998.
-En la contratapa de la primera edición -Buenos Aires, De la Flor (1983), lugar desde donde suele hablar el editor, se produce un desplazamiento. "La versión -de la novela- que ahora publican...", decís, sin necesidad de firmar. Y editorializás: "... no fue escrita «contra la muerte» ni contra la idea de la muerte y la idea de la guerra, sino contra la realidad que impone un mismo estilo hipócrita de realizar la guerra". ¿Querés comentarnos por qué fue que escribiste vos la contratapa y no otra persona como generalmente sucede?
-En cita falta la frase “y la literatura..” Yo no respeto la opinión de los editores ni los creo capaces de redactar buenos argumentos. Ese es mi oficio.
-¿Existieron realmente grupos de desertores que construyeron un nido subterráneo y mercaban con ambos bandos, apuntando meramente a la
supervivencia?
-Ahora todos creen que sí. Incluso Kusturica que usó el tema en un film. Pero parece que no existieron: son invento mío.
-Otra declaración tuya: “la fuerza, mía y ajena, que había en Los Pichiciegos, no la voy a volver a tener nunca”. ¿Lo decís por la edad o por otro asunto en particular? ¿Cómo era tu ritual de escritura en aquel momento y cómo lo es hoy?
-La edad es lo terrible. Pensá en el sexo: la frecuencia de encuentros se reduce a un tercio. Lo mismo pasa con la calidad del estilo y con el talento en general. Yo no tengo rituales de escritura.
-¿A qué te referís con lo del lobby del Holocausto, del que hablás en varias entrevistas?
-Hablé de eso sólo una vez, y no me arrepiento. Me refiero a un grupo de instituciones vinculadas entre sí y convergente con la Claims Conference de New York, que cuenta con el apoyo del Estado Americano y de una parte de la población judía. Justamente quien responde a aquel reportaje, como si yo fuese antisemita o ignorante de la evidencia histórica, es miembro del Board of Directors de la Claims Conference. Es uno de los grupos de presión más poderosos de Estados Unidos y su actividad está documentada en el libro de Norman Finkelstein
“La industria del holocausto”.
-¿Qué opinás de la protesta piquetera, es verdad que noqueaste a varios de ellos que se atrevieron a cortarte el paso en una calle?
-Es falso: solo defendí a la chica empleada de un locutorio a la que estaban “apretando” dos saqueadores salidos de una manifestación piquetera.
-¿Es verdad que trabajaste para la agencia de publicidad de la familia de Roberto Viola, cómo recordás aquella época?
-No era de la familia, sino del hijo en sociedad con un Comodoro que era al mismo tiempo vicepresidente del Banco Central. Era lo que hoy se llamaría una de “las cajas” que usaban los jerarcas para enriquecerse. Recuerdo todo de aquella época en la que aprendí bastante.
-Una vez dijiste: “La revolución cultural que produjo el infantil Evita y el peronismo en el fútbol fue genial. Pienso en las payasadas que trataron y tratan de hacer los pelotudos de Darío Lopérfido, Jorge Asís o Pacho O'Donnell”. ¿Querés agregar algo al respecto?
-Sí: podría agregar el nombre de José Nun a aquella lista.
-En una entrevista decías: “Como publicista hice genialidades y disparates. Y como todo publicista, robé y sufrí robos enormes”. ¿Por ejemplo?
-”Jockey club la pura verdad” es la mejor traducción de “the real thing” que era el slogan americano de Coca Cola. “El sabor del encuentro” que registré para la marca Pall Mall y después cedí a la agencia Solanas que lo usó para Quilmes, está inspirado en “hay gente que encontró el sabor” que creo David Ratto para Viceroy, a su vez, inspirado en el “come where the flavour is” de Marlboro 1960.
-¿Es verdad que vos inventaste el famoso slogan "El sabor del encuentro"?
-Sí, es verdad. Mis slogans son lo que más tiempo han durado.
-¿Vos eras el que hacia los chiste y horóscopos que los chicles Bazooka traían en su interior? ¿Sabés quién los hace ahora? ¿Son mejores que los tuyos?
-Los míos fueron en los primeros años de los 90 y fueron los mejores. Tengo la plancha con todos ellos y podría documentarlo.
-¿Estuviste en la cárcel en 1980? ¿Por qué?
-La secretaria de información pública presionó a los medios y a la Asociación de Agencias para que prohibiesen mis campañas con el argumento que iban contra la familia y que yo manejaba millones de dólares de publicidad para influir sobre informativos y pasar noticias favorables a la subversión. De inmediato cerraron mis cuentas bancarias y me procesaron por subversión económica igual que las financieras no adictas. Después me juzgaron por apenas “defraudación”, por no haber pagado mis deudas.
-Más declaraciones: “Con sesenta años y treinta kilos de cocaína encima creo que puedo hablar de drogas con cierta conciencia”. ¿Cómo es tu relación con las drogas ahora? ¿Cómo ves al fenómeno “paco”?
-El paco en mis tiempos se llamaba “bazuca” y se conocían sus efectos siniestros. Hay cosas más peligrosas que la droga, por ejemplo el automovilismo, o la acrobacia aérea. Lo peor de la droga es que pone en relación con drogadictos y traficantes y te asimila a su moral y a su cultura. Yo sigo adicto a la nicotina, que es por lejos la que mas bajas provoca en la población y en el promedio de vida humana.
-“Muchos escritores creen que estoy loco. Pero lo creen porque soy frontal y ellos son una manga de chupapijas.” Otra frase tuya para la polémica. ¿Quiénes, por ejemplo?
-Eso nunca lo pude haber dicho yo porque jamás pensé que ser chupapija fuese una ofensa.
-“Nunca se preguntaron quién era Aldo Rico como lo hice yo. Me equivoqué, claro, no me imaginé que iba a ser un pelotudo que iba a terminar como intendente de San Miguel. Sabía que no era un Chávez, pero cuando leí su proyecto constitucional para la provincia de Buenos Aires, cuando leí que se definía como un soldado y coincidía conmigo en que el país debía seguir siendo malvinizado, me lancé de lleno por él”. ¿Fue un error? ¿Qué opinás hoy de él?
-Un mercachifle de la política. Parece que se ha hecho muy rico don Aldo con unos pocos votos que consiguió. Me equivoque de hombre, no de idea. Pienso igual.
-“Claro que los intelectuales son cagones, están en la cosa chiquita. Están, todavía, rindiendo culto a las Madres de Plaza de Mayo”. ¿De quiénes hablás? ¿Qué opinás de las madres y abuelas de Plaza de Mayo?
-Son instituciones diferentes. De “Hijos” tengo la mejor de las opiniones. De las abuelas ignoro todo. De las madres, las recuerdo pidiendo “aparición con vida” cuando era la hora de reclamar por las conquistas sociales y la riqueza expropiada por la dictadura que ellas llamaban “militar” y fue una dictadura cívico-militar donde la mayor parte de los beneficiados fueron civiles y bancos extranjeros.
-¿Es verdad que querés servicio militar obligatorio para hombres y mujeres? ¿Para qué y por qué?
-Para no tener que enfrentar a los planes de Busch con una fuerza de mercenarios. ¿Por qué? Porque la guerra es inevitable y todo civil debe tener preparación física, técnica y moral para enfrentar guerras, catástrofes y violencias sociales como las que sobrevendrán.
-¿Cómo surgió la idea de hacer una versión de El Aleph de Borges a la que titulaste Help a él?
-Como surgen todas ideas: parodiando.
-“Si yo escribiera lo que pienso de El pasado de Alan Pauls, cometería un filicidio. Porque Alan sí, no es un par para mí, es casi un hijo, porque lo conocí a los dieciocho años, cuando él era alumno de Piglia, laburaba conmigo en mi oficina... El le dijo una vez a mi hijo que yo era como un padre para él. Si yo escribiera —que lo tengo escrito, mentalmente— El pasado leído desde adentro... Yo soy el personaje. El primer hombre que usó calzado náutico, lapicera Mont Blanc, Dupont. Además, soy el eje, porque soy el tipo que hace aparecer después el cuadro de Riltse. Digo, él hace un parricidio malo, porque a lo largo de todo eso, hace la misma operación de Borges: que los mocasines, que la modernidad, que la droga, que esto, que lo otro, que el yate, que la regata Río de Janeiro-Ciudad del Cabo. Todo eso. Y en ningún momento dice que yo escribo mejor que él. Y eso es lo primero que tendría que decir”. ¿Qué opinó Pauls de este comentario tuyo? ¿Alguna vez te dijo algo al respecto? ¿Qué opinás hoy de él?
-Opino lo mismo de siempre: que es uno de los graduados de letras mejor formado que conozco y que no hay que descartar que alguna vez componga un buen relato –esta cerca- o una gran novela, de la que aún esta lejos.
-“A mí lo que más me emociona es encontrar tipos muy nuevos, muy jóvenes, que son muy buenos. Y especialmente eso me pasa en poesía, no me pasa en narrativa. Me pasa en poesía”. ¿Qué has leído que te ha gustado de los autores nuevos, y qué autores te interesan?
-Son no menos de una docena y cada vez que nombro a uno parece que soslayara a los demás. Prefiero no nombrar a nadie.
-¿Qué autores a nivel nacional e internacional te interesa leer? ¿Cómo ves el panorama mundial y nacional de la literatura?
-Casi no leo.
-¿Qué estás escribiendo por estos días?
-Casi no escribo. Estoy terminando un libro de poemas y dos novelas, pero a este paso, los editores tendrán que venir a retirarla a algún geriátrico, o al infierno, si creen en su existencia.
-Algo que quieras agregar que no te haya preguntado
-Nada, opero como es para un medio de La Pampa, elogiar a la legislatura por la ley de día de duelo provincial para los 12 de octubre, que los boludos en general festejan como “Dia de La Raza”, o peor “Día de la Hispandad”.

Torna ai contenuti