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jorge brega

Jorge Brega  
 
Nació en Buenos Aires en 1949, publicó No ha lugar (1975, con ilustraciones de Manuel Amigo y Walter Canevaro), Poemas de ausencia (1984, con ilustraciones de M. Amigo), la antología Poesía social y revolucionaria del Siglo XX (2002) y Luz mala (2004).
Practica el vicio cruel de las revistas culturales, en el que se inició con Los Libros (1975-76, clausurada por la dictadura militar) , "Posta de Arte y Literatura" (1977), "Nudos en la Cultura Argentina" (1978-90) y "La Marea", cuya dirección integra desde 1994.
POÉTICA
Pretendo que la poesía una la pasión por comprender el mundo a la lucha por transformarlo. Intento una poética objetiva; no metafórica, si tal cosa no fuese imposible. Un tratamiento directo del objeto que busque hacer surgir la emoción de la propia materia de los hechos, no de la superficie retórica. Admiro la fotografía como arte de la representación, procuro su mismo silencio, una dimensión donde lo esencial resida en lo que no está dicho.

Cólera

El patio es de tierra.
La tierra, dura. Apisonada
por los pasos que han partido.
La mujer está en sombras.
Sentada. Su espalda contra el muro.
La tabla del banco es gris.
Se asienta sobre bloques de adobe.
La intemperie la ha carcomido.
La mano derecha sostiene un cordel.
El cordel es de hilo chanchero.
Cuando ella lo atrae
el pequeño automóvil vuelve a rodar.
Está hecho de palo.
Un trozo de palo de escoba.
Las ruedas son tapitas de gaseosa.
Él mismo las fijó con cuatro clavos.
Martilló esa mañana mordiéndose la lengua.
Hincado en sus rodillas percudidas.

Ella lo ve hacerlo ahora.
A través de sus párpados cerrados.

(1992) De Luz mala.

Autopista

Los desocupados se meten de remiseros.
Conducen rápido para hacer más viajes.
Cargan varios pasajeros a la vez.
Compartida la tarifa se reduce.
Los pasajeros no se conocen.

Yo viajo en remís.
De Salta me dirijo a Quijano
a ver los puentes rojos del ramal C14
y a oler los cerros hundidos en la lluvia.

Voy medio ladeado en el asiento trasero.
La sien izquierda contra la ventanilla helada.
A la autopista le han puesto un cantero al medio.
El césped del cantero es ralo.
Cada tanto tiene charcos con lodo.

El chofer pisa el fierrito.
La suela pegada a la tabla.
Ahora se pone conversador.
En la calzada opuesta
dos autos detenidos en fila.
Entre ambos una bicicleta tumbada.
Giro rápido y alcanzo a ver
al ciclista tendido bajo el primer auto.
La cabeza de lado la mejilla apoyada en el antebrazo derecho.
Ya no lo veo.
Sólo retengo un brillo húmedo sobre el mameluco azul.

Parecía dormir.

De Luz mala.

Telenoticias

El Hudson entra en erupción.
La Patagonia se cubre de ceniza.
Gran mortandad de animales.
Benetton pierde sus ovinos.
El gran diario argentino se conduele.
Escasearán bufandas para niños
negros-blancos-amarillos.
Pobrecitos united colours.

La TV no se lo pierde.
Paneo de cámara: cabizbajo
vaga por allí un peón de estancia.
Luce un suéter punto inglés
en tono gris panza e’burro
engamado con el paisaje
y bombachas batarazas.
Del cinto de hilo sisal
pende una bella tijera de esquila,
typical
regional product.

(1991) De Luz mala.


El torturador piensa

mientras cumple su oficio
que le cayeron mal los ravioles
tiene arcadas
y acaba vomitando
sobre la cara del torturado.

El torturado habla palabras incomprensibles.

Total que es muy difícil entenderse.

El torturador se pone nervioso
y se ensaña con el torturado
lo que empeora aun las cosas.

Rogamos
en aras de la reconciliación nacional
que la mujer de todo torturador
ponga un poco de esmero en la cocina.

(1973) De No ha lugar.

Vuelo

El hombre arrojado
del avión
al mar
piensa
aún en el aire que
no está muerto
quien pelea

pese
a la somnolencia de
la droga
atina
a mover los
brazos como un pájaro

entonces ve el país
la costa del país
una sombra
lejos

nada
más bello ahora
nada más
corazón

hincha el pecho y
tal vez esa
voltereta sea su
saludo

ah no poder
sostenerle

no dar con él
batalla en cielo abierto
alcémonos
que el hombre
dislocado en el impacto
con el agua oiga
nuestro canto
antes
de desaparecer.

De Poemas de ausencia.

Ellos

Los asesinos no viajan en subterráneo,
sólo algunos criminales menores lo hacen.
Los más perversos pasan fugazmente por la vía pública,
sus mayordomos asustan a la gente,
hacen muecas terribles con mínimo esfuerzo,
señas incomprensibles con los brazos.

A los asesinos mejores los caracteriza su calma calma,
en lo peor de los alaridos beben mate con cáscara de naranja.
Sólo si se les contradice pierden el aplomo,
se les tuerce la boca,
les hace guiños un ojo.

Los asesinos son buenos padres de familia,
cuidan el futuro de sus vástagos.
Se apropian de una que otra pradera,
montan tallercitos para construir buques mercantes, ferrocarriles, etcétera.
(En esto de ser precavidos los asesinos superan a los pobres.)

Los asesinos más ilustres ejecutan por la espalda,
se enternecen con la prolijidad y adoran la buena mesa.
A pedido de amigos extranjeros organizan maestros cataclismos,
faraónicos complejos hidroeléctricos,
guerras con países vecinos.
Cuando no, secuestran presidentes en el aire.

Ah los asesinos, gente distinguida.
Dominan las reglas de urbanidad:
cumplen órdenes de uno u otro amo con perfecto disimulo,
hacen desaparecer limpiamente a los aguafiestas,
asisten a encuentros deportivos.

(1978) De Poemas de ausencia.

Ruina argentina
(En base a Ruina española, de Blaise Cendrars.)

Toda la casa es una sola habitación.
Carece de cobertura en puerta y ventanas.
Las paredes tienen manchas de hongos y aún conservan restos secos de sangre.
Los rayos de la linterna muestran una fotografía rasgada bajo el polvo.
Es una pareja de novios a la puerta de un templo saludando a alguien fuera de cuadro.
Sobre el suelo hay jirones de tela y trozos de loza.
También un cuaderno con garabatos infantiles.

De Poemas de ausencia, 1976-1983


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